Las hormigas
Estábamos sentados en el tronco que alguien había dejado tirado en la entrada de la vecindad, no recuerdo bien lo que platicábamos, seguramente sobre las mamilas, o los pañales que siendo (entonces) de tela, resultaban mortales. Algo sucedió y lo siguiente que recuerdo es un mundo de hormigas, en mis manos, subiendo por mi cara, picándome el cuello, llenándome de un pavor primigenio, animal.
Esa tarde caí con fiebre de la manera más vil y desgraciada que recuerdo de mi infancia. Nunca estuve más enfermo y nunca me sentí peor. Los alaridos despertaron a todos y después de probar por todos los medios callar al escuincle baboso, la familia se resignó y salió al patio, porque las hormigas trepaban a la cama, subían por las paredes, devoraban hombres mujeres y niños, destrozaban muebles y cualquier cosa que se interpusiera en su camino, cambiaban de tamaño a placer, pero siempre eran más terroríficas.
Noche interminable.
Esa tarde caí con fiebre de la manera más vil y desgraciada que recuerdo de mi infancia. Nunca estuve más enfermo y nunca me sentí peor. Los alaridos despertaron a todos y después de probar por todos los medios callar al escuincle baboso, la familia se resignó y salió al patio, porque las hormigas trepaban a la cama, subían por las paredes, devoraban hombres mujeres y niños, destrozaban muebles y cualquier cosa que se interpusiera en su camino, cambiaban de tamaño a placer, pero siempre eran más terroríficas.
Noche interminable.
2 comentarios
Paco -
:)
Paula -
Recuerdas la niebla... a veces es dificil para mí saber cuando cuentas y cuando inventas.
Es un gusto leerte, y siempre me pasa que cuando veo que me faltan ya cuatro o cinco líneas me da pena por que se va a acabando. Mucho amor