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Desconcierto

Lidia y mario

El pollito es mi ahijado (no tiene la culpa el indio, sino el que me hizo compadre), tiene una memoria que ya quisiera yo y una sonrisa que seguramente arrancará suspiros dentro de pocos años. Sus padres: Lidia y Mario Alberto (el piolo) son grandes amigos míos, somos amigos desde que recuerdo. Me conmueve su preocupación por el bienestar de quien esto escribe, aunque la verdad no hace falta.
Al Piolo lo conocí en el cobach. La verdad es que al principio como que nos caíamos mal. Nada que no puedan solucionar 3 caguamas, que vieron su fin la primer vez que pasé por su casa. Luego vimos que nos gustaban las mismas cosas (mujeres y cervezas) y nos volvimos cuatísimos, corrimos algunas aventuras que no contaré en esta ocasión y casi nos hicimos carnales. Se fué al DF, yo me quedé, regresó y conoció a Lidia mi comadre, con la cual comparto otras tantas (y a la vez las mismas) cosas, la primera: El gusto por la lectura. No seguiré numerándolas para evitar omisiones. La cosa es que nos estimamos desde siempre. Se casaron, nació el pollito, quien es de seguro la mejor sorpresa de sus vidas y así fué como acabé en el templo de La Congregación un Domingo a las 12:00 en la fila de confirmaciones. Si seré bestia. Olvidé por completo llevar lana y no nos tomamos ni una triste foto. Quizá fué lo mejor, no soy fotogénico y después de soplarse 1 hora bajo el sol queretano no estás que digamos listo para la foto, Aún así lo lamento porque no tengo una foto del pollito para aquí ni para llevar. Casi no hablo de él porque lo mejor del pollito está por venir. Veremos y gozaremos.

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