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Desconcierto

A la cargaaaa!

Era temprano. Domingo, si no mal recuerdo. Estábamos en el campamento base de la muy honorable armada, éramos voluntarios, no conocíamos que nuestros valor y arrojo tuvieran límites, la patrulla anterior detectó actividad hostil a 2 leguas al norte, de modo que se hacía imperioso salir con un pelotón en la dirección mencionada.
-Gooooon! Pacooooo! vámonoooooos. Chin! en lo más emocionante.
-A dónde, mamá?
-Al Aurrerá.
-Chidísimo! A final de cuentas, podríamos salir al encuentro de los gamberros y atascarlos de plomo. Preparamos nuestro aperos y salimos con la alegría del que parte a encarar su destino, con la tranquilidad de aquel que no teme a la muerte.
-Por allá! Rápido! Seguíamos a un par de adversarios por la salchiconería.
-Niños! vengan acá. Rayos! Tocamos retirada. Y es que la zona no estaba muy bien explorada y los mapas que teníamos aún debían ser corroborados minuciosamente. No hay pedo, ya vendrán.

Posteriormente encontramos a otra gavilla de maleantes y nos batimos hasta que ninguno respiraba, esto tenía lugar en el campo de batalla que teníamos dominado: Abarrotes.
Al caminar en dirección de la sierra virgen (panadería) nuestro valor encontró pretexto para surgir campeante y avasallador a la provocación de los indios navajos, los cuales (como es sabido) siempre huyen cuando la situación es adversa, no aprendieron nunca a batirse como buen soldado, con honor, nobleza y sacrificio. Hartos de su guerra de guerrillas, perseguimos a los pocos sobrevivientes sin medir las consecuencias de tales actos (como buenos soldados, era cosa de honor). La sonrisa que teníamos se convirtió en mueca dolorosa cuando nos apercibimos de que la zona era desconocida. De los enormes árboles (estantes) colgaban restos humanos (ropa interior femenina) que únicamente multiplicó el horror de nuestros corazones. No se podía divisar por arriba del macizo de vegetación y la desesperación cundió en nuestras filas. regresamos a galope tendido y el viento helado, además del polvo de éstas tierras desgraciadas (como sus moradores) hacían saltar angustia de nuestros ojos y la preocupación por la patria desde la boca (llorábamos a gritos).
Nunca fué más larga la travesía, ni más angustiosos los minutos lejos del cuartel. Un gambusino amable nos indicó la manera de salir de aquellos páramos y en la convergencia de los ríos (cajas) nos reunimos con el alto mando (mi jefa) que nos reprendió fuertemente por nuestra irreflexión y nos mantuvo arrestados una semana.
En prisión nos proclamaron héroes por nuestro desempeño y salimos a fin de cuentas felices del buen término de tan inverosímil aventura.

3 comentarios

Paula -

bueno, y yo te extrañaba a tí. Bienvenido... o algo así. Y sí... conozco esa fiesta del día de los santos mexicana, aquí es distinto.

Paco -

Que tal, ya extrañaba tus letras.
Se que sería genial, pero mi cabezota no da para tanto (aún). La vena humorística es inevitable: Los mexicanos nos reímos hasta de la muerte.
Salud y amores

Paula -

.......(Sonrisa muy amplia) en algún momento..(La sonrisa que teníamos se convirtió en mueca dolorosa cuando... aquí me reí) y aquí... (cuando llorabas como un niño perdido) Gracias.... me ha encantado, anda que un cuentito así cada día.... sería genial.
Ah... en éste no he visto ninguna niebla... tierno y precioso. Me encanta. Mmmmmmm aparte una cosa, que se te ve la vena humorística. (muuchas graciassss)