Cierto
Lo que siempre me dijeron o que yo sabía sin cuestionamientos:
Que los reyes magos llegaban cada 5 de Enero, que la mano se me caía si la levantaba contra alguien indefenso, los juegos interminables que duraban semanas, el parque llenos de juegos sensacionales, las playeras de mi padre que siempre me quedaban enormes, los abrazos de mi madre siempre llenos de consuelo y ternura, las decisiones siempre acertadas de mis mayores, la tranquilidad inmediata de cubrir todas tus responsabilidades, los encantos de las piernas de mi maestra de sociales, los amigos para siempre de la escuela, Sonia Melo de la Serna, a la que amaría por siempre (aunque sólo cruzamos palabra el día que salimos, nos sonreímos con esa sonrisa cómplice de los que comparten algo muy secreto), las tardes felices que no terminaban ni cuando te ibas a dormir.
Ahora, los reyes magos llegan cada 5 de Enero, pero me tengo que preparar para las compras un mes antes, la mano se me cae pero de verguenza y arrepentimiento si la levanto, los juegos no son lo mismo, y acaban demasiado rápido, el parque es muy pequeño y los juegos se caen y son malos, las playeras de mi padre no existen más, los abrazos de mi madre son iguales pero muy cansados, yo soy el de las decisiones (tiemblo cada vez que debo hacer una y nunca sé si fué lo correcto), las responsabilidades no son de tarea del colegio, y nunca se terminan, pocas piernas me provocan sentimientos tan encontrados (las tuyas si), los amigos están lejos y concentrados en lo suyo, A sonia jamás la vi de nuevo, lo cual es mejor tal vez, porque puede que no le gustara lo que soy ahora, las tardes felices son demasiado cortas y espaciadas.
Alguien puso mi despertador a las 6 de la mañana y nadie me prepara el desayuno, ni me despide con un beso alisándome el cabello. Quiero despertar.
Que los reyes magos llegaban cada 5 de Enero, que la mano se me caía si la levantaba contra alguien indefenso, los juegos interminables que duraban semanas, el parque llenos de juegos sensacionales, las playeras de mi padre que siempre me quedaban enormes, los abrazos de mi madre siempre llenos de consuelo y ternura, las decisiones siempre acertadas de mis mayores, la tranquilidad inmediata de cubrir todas tus responsabilidades, los encantos de las piernas de mi maestra de sociales, los amigos para siempre de la escuela, Sonia Melo de la Serna, a la que amaría por siempre (aunque sólo cruzamos palabra el día que salimos, nos sonreímos con esa sonrisa cómplice de los que comparten algo muy secreto), las tardes felices que no terminaban ni cuando te ibas a dormir.
Ahora, los reyes magos llegan cada 5 de Enero, pero me tengo que preparar para las compras un mes antes, la mano se me cae pero de verguenza y arrepentimiento si la levanto, los juegos no son lo mismo, y acaban demasiado rápido, el parque es muy pequeño y los juegos se caen y son malos, las playeras de mi padre no existen más, los abrazos de mi madre son iguales pero muy cansados, yo soy el de las decisiones (tiemblo cada vez que debo hacer una y nunca sé si fué lo correcto), las responsabilidades no son de tarea del colegio, y nunca se terminan, pocas piernas me provocan sentimientos tan encontrados (las tuyas si), los amigos están lejos y concentrados en lo suyo, A sonia jamás la vi de nuevo, lo cual es mejor tal vez, porque puede que no le gustara lo que soy ahora, las tardes felices son demasiado cortas y espaciadas.
Alguien puso mi despertador a las 6 de la mañana y nadie me prepara el desayuno, ni me despide con un beso alisándome el cabello. Quiero despertar.
1 comentario
Paula -
A veces dejamos de creer también cuándo dejamos de hacer las cosas que queremos. Recuerdas lo del kiosko de tortas, o tacos, no me acuerdo... pues algo así. Dice n que todo tiene un precio... yo creo que no, que el precio muchas veces resulta del afán de no poder pasar ya sin casi nada. Yo creo que en realidad casi ninguno sabemos lo que queremos ni recordamos cómo éramos cuándo no nos lo preguntabamos.